La voz de la Pampa
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Category Archives: Cuentos

“El Miedoso”

Posted on Febrero 3, 2019 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

REVISTA ELECTRÓNICA.

LAVOZDELAPAMPA.CL   Año II. Nº 106. Febrero  2019.

 

Autor: Mario Vidal Quiroga.

En la pampa,  a medida que las oficinas fueron paralizando,  también  estar fuera de su uso  por inútiles, las numerosas vías férreas  que llegaban a los troncales  los que terminaban en los puertos de embarque al extranjero, siendo estos Iquique y Pisagua  en nuestra antigua provincia. Por tanto, gente especializada  era enviada  para hacer los trabajos  de desarme  por quienes se había  adjudicados estos desmantelamientos. Se iban retirando los rieles y durmientes, todo lo que les conviniera  rescatar de lo de una oficina. Nunca más volverían a ensombrecerse  los cielos pampinos  con el alegre humo de las chimeneas que simbolizaban trabajo y prosperidad. Se fueron levantando uno a uno todos esos medios de comunicación  que en días lejanos llevaron y trajeron tantas esperanzas, alegrías y tristezas  a los sufridos pampinos. Pronto servirían de materia prima  en otras industrias  ajenas a las que habían sido destruidas  en la etapa gloriosa  del norte chileno. Por eso era preciso levantarlas y llevárselas  donde hacían falta. Ya que el “Pate Fierro” llegaría alegremente  por esos parajes  que formaban parte del pasado.

 

 

En una oficina ya desmantelada, tenía instalado  su campamento, una veintena  de trabajadores que estaban retirando las vías de la zona norte de la pampa. Hombres muy diestros  eran todos, por lo que el trabajo se realizaba sin inconvenientes. A  cargo de los controles necesarios en toda faena, estaba don Vicente, antiguo empleado de salitreras y que era una garantía para todos por su corrección lo que lo hacía merecedor del respeto de todo el personal,

Durante las noches, generalmente después de la comida, se reunían todos hacer recuerdos y a conversar de tantas cosas que siempre están presentes en toda reunión de hombres. Les gustaba sobre todo, hablar de aparecidos fantasmas, que es el tema que a muchos entusiasma. Hablar de asuntos que no tienen explicación y que causan cierta inquietud. Es una especie de masoquismo. Hablan de los aparecidos de la pampa: “El Futre”, “La Viuda”, “La Llorona y tantos elementos indispensables en toda narración de tinte terrorífico. Conversaban los “Carrilanos” de esto, hasta que les daba sueño, luego de haber contado cada uno lo que les había acontecido o lo que habían inventado oportunamente. A estas sesiones de sobre mesa asistían todos, de capitán a paje. Don Vicente, hombre de mucha experiencia y conocimientos, no estaba tampoco ausente en las reuniones con lo que él conocía. Pero lo curioso era que toda la “tripulación” había un solo trabajador que no participaba. Su nombre era Manuel. No mostraba ningún interés en oír los diferentes relatos, porque decía que después de escucharlos no dormía tranquilo. De manera que luego apenas terminaba de comer, se dirigía a dormir para no saber nada de muertos resucitados, ni del “Futre” no nada parecido.

 

Por esta costumbre de rehuir de lo que el resto era tan aficionado, sus compañeros estaban  convencidos de que Manuel era muy miedoso  y que no se atrevía a pensar en penaduras por lo que era blanco seguro de todas las bromas que le hacían al respecto.  Según todo era “El Miedoso” del grupo.

La vía que conducía a los trabajadores al campamento, pasaba cerca de un antiguo cementerio de una oficina que ya no existía. Se destacaban muchas sepulturas que estaban a flor de tierra, descubiertas por la acción del fuerte viento reinante en esas soledades.

Una tarde, después de haber terminado la jornada habitual, al pasar frente al cementerio que distaba unos doscientos metros de la vía, el miedoso Manuel  le solicitó a don Vicente que se detuviera por unos minutos, porque necesitaba hacer un trámite. Todo el personal que ocupaba las dos “volandas” o sea, los carritos en que viajaban, se mostraron extrañados con la petición del que nada quería saber de muertos y similares. El jefe accedió, pero diciéndole en broma “no tardes mucho Manuel, porque está oscureciendo muy rápido; no te vaya a salir un fantasma”.

 

 

Se alejo “El Miedoso”, en medio de los comentarios de sus compañeros que se quedaron llenos de curiosidad, a la espera de su regreso.

Al cabo de unos quince minutos, volvió Manuel: “discúlpeme jefe por la demora”, pero tuve que revisarle la boca a varios finados para saber si lo habían sepultado con alguna cosita de oro. Quería saber si tenía algún diente o muela que sirviera, para fundirlos y venderlos…”

Demás está decir que la búsqueda realizada por Manuel, echó por los suelos la opinión que se tenía acerca  de su cobardía. Los muchos valientes que noche a noche se entretenían contando historias de difuntos, no se habrían atrevido, posiblemente a practicar las operaciones dentales de Manuel, “El Miedoso”.

 

Bibliografía:

“Revista ocasional de circulación. Editor CIREN Ltd.”. Imprenta Montero Impresora S.A.  Año 1985. Autor: Del cuento “El Miedoso” don Mario Vidal Quiroga, (Q.E.D)  nacido en la ciudad de Iquique.

Fotografías: 1.-2,3,4,5,6.  Del escritor e investigador de la cultura pampina RERIPI.

7.- Cajetilla “El Futre” corresponde a la obra “Catalogo de Cajetillas de cigarrillos de la República de Chile y su Cultura en la Sociedad” inscrita en la DIBAM el año 1.999,  del autor Reinaldo Riveros Pizarro.  Editada en la revista Cultural “La Voz de la Pampa” Nº31.  Año Agosto 2006. “Cajetillas circuladas en la pampa salitrera”

Graficas: 1.- Ruinas de la oficina salitrera “Felisa” ubicada en Tarapacá Sur; 2.- Listado de trabajadores en desarme de la salitrera “Ramírez” ubicada en Tarapacá Norte, listado realizado en la semana comprendida de 15 al 20 de Mayo de 1944. Sus integrantes: Whirt Yesh Fernando, Roberto Contreras Díaz, Fernando Whirt  Dinamarca, Guillermo Rivera Alvarez, Luís Perez Covarribias, Luis Villarriel Cuellar, Mauricio Bugueño Bugueño, Francisco Micheas Micheas, Miguel Cisternas Bahamondez, José Soto Padilla, Sixto Valenzuela Contreras, Adolfo Castillo Varas, Humbersto Maldonado Maldonado. (Listado extendido desde la salitrera “Peña Chica”) 3.- Representación de viejos pampinos en la salitrera de Humbertone (Al medio el conocido trabajador de la salitrera Humbesrtone cononocido por su apodo como el “Wi – Wi”; 4.- Linea ferrea desmantelada la cual pasaba  cercano a la salitrera “Barcelona” 5.- Antigua fotografía de pampinos trabajadores de una salitrera. 6.-  Cementerio profanado correspondiente a las salitreras de “Prosperidad”, y Ricaventura. 7.- Cajetilla de cigarrillo circulada en la pampa salitrera denominada “El Futre” ( Se le decía según la leyenda del norte a las personas adineradas que usaban el sobrero copa, como muchas veces se presentaba el diablo vestido de “Futre”

 

SI DICES LA VERDAD, NUNCA TENDRÁS QUE BAJAR LA CABEZA, DE LO CONTRARIO NO PODRAS DORMIR  TRANQUILO AL BUSCAR EL ARREPENTIMIENTO (RERIPI)

 

Revista Cultural   “La Voz de la Pampa”.  Pídala en Kioscos,  en Patricio Linch esquina 18 Septiembre; En calle Chgacabuco entre Colón y Baquedano Librería;  “Qué Leo” en 21 de Mayo Nº636, (58) 232 5833.

Editorial:

Cel: 946830825

editor@lavozdelapampa.cl –  vozdelapampa@gmail.com

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Cuentos de las pampas salitreras, pasión, amor, y el temor a lo desconocido.

Posted on Enero 4, 2019 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

 

REVISTA ELECTRÓNICA.

LAVOZDELAPAMPA.CL   Año II. Nº 99. Enero  2019.

 

(Compilación de cuentos pampinos)

1.- La viuda del pueblo de Santa Catalina.   Autor RERIPI http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/12/01/la-viuda-del-pueblo-santa-catalina/

2.- La barra de oro en la pampa.  Autor RERIPI  http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/11/03/la-barra-de-oro-en-la-pampa/

3.- Bandidos en Alto San Antonio.  Autor RERIPI http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/10/22/bandidos-en-alto-san-antonio/

4.- El bebé de la calichera.   Autor RERIPI http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/08/30/el-bebe-de-la-calichera/

5.- El descabezado del pueblo de Dolores.   Autor RERIPI http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/08/25/el-descabezado-del-pueblo-de-dolores/

6.- Aventura de un anillo.    Autor: Revista “Pampa” M.R. Nº161, noviembre de 1961, impresa en los talleres de “El Mercurio de Antofagasta. http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/06/03/aventura-de-un-anillo/

7.-  El burro de la oficina Mapocho. Autora: Nancy Leonora Zepeda Zomoza de Antofagasta. http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/05/18/el-burro-de-la-oficina-mapocho/

8.- El cruce a salitrera Santa Laura. Autor RERIPI  http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/05/08/el-cruce-a-salitrera-santa-laura/

9.- Estación Zapiga. Autor RERIPI  http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/05/02/estacion-zapiga/

10.- La Pulpería de Humberstone.  Autor: RERIPI  http://lavozdelapampa.cl/wp/2018/04/26/la-pulperia-de-humberstone/

 

 

REVISTA ELECTRÓNICA www.lavozdelapampa.cl

Escritor y editor Reinaldo Riveros Pizarro.

Fotografías: Del escritor e investigador de la Cultura Pampina RERIPI.

Graficas: Portada,- Atardecer  salitrera Santa Laura (año 2006); 1.- Poblado salitrero  de Santa Catalina (Tarapacá año 2006); 2.- Salitrera María Elena (Año 2005) ; 3.-  Ruinas Poblado Alto San Antonio(Año 2006); 4.-  Animita en calicheras de Peña Chica (Año 2010; 5.- Cementerio del pueblo de Dolores (Año 2005); 6.- Animal fallecido en el” Salar del Carmen” (Año 2007); 7.-  Animita y ruinas del  Campamento de la  salitrera Mapocho (Año 2004); 8.-   Amanecer oficina salitrera Santa Laura (Año 2006) ; Pulpería de la salitrera Santiago Humberstone (Año 2011).

 

EN EL MUNDO QUE VIVIMOS YA NADA ES REAL, SOLO  SOMOS IMÁGENES,  MANDAMOS Y SOMOS MANDADOS POR UN APARATO QUE TIENE  UN MICROCHIP. EL QUE NOS PONE TORPE FÍSICAMENTE. (RERIPI)

 

Revista Cultural   “La Voz de la Pampa”.  Pídala en Kioscos,  en Patricio Linch esquina 18 Septiembre; En calle Chgacabuco entre Colón y Baquedano Librería;  “Qué Leo” en 21 de Mayo Nº636, (58) 232 5833.

Editorial:

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La viuda del pueblo Santa Catalina.

Posted on Diciembre 1, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

REVISTA ELECTRÓNICA.

LAVOZDELAPAMPA.CL   Año I. Nº 91. Diciembre  2018.

 

(Cuento)

En aquel pueblo  de la pampa como el de “Santa Catalina” el que ubicaba en Tarapacá, teniendo  un tranquilo pasar,  siendo rodeadas  por variadas oficinas salitreras teniendo una cercana distancia, y la más  cerca tenía el nombre,  a tan solo unos cuantos metros  la que llevaba el mis nombre del pueblo.  Las más retiradas  al norte eran salitrera “Camiña”, “Unión”,  “San Francisco”, y el pueblo de Dolores;  hacia el sur  las salitreras “Ángela”, “Bearnés”, “Recuerdo” y la “Patria”.

Allí en el “pueblo de Catalina” los obreros pampinos tenían como un paso obligado por  la línea del ferrocarril de pasajeros, con su  propia estación.

En ese pueblo  siempre lo visitaba el joven Trinaldo,  espigado , moreno , un obrero de la calichera, muy modesto quien había provenido de la capital Santiago,  habiendo tenido un encuentra con una hermosa dama  de este pueblo , era la viudita  de nombre Deulacia ambos habiendo demostrado  su  amor con un ramo de rosas entregadas por él.

La madre  de la viuda doña Epifanía vivía  al otro lado,  en el pueblo de Dolores.  Deulacia  era una mujer muy joven hermosa, simpática, y de buenos atributos físicos, no desmerecía sus 22 años de edad, ella era natural de Bolivia.  El joven en cambio de 32 años  este le este insistió mucho  al perseguir a la muchacha para hacerla su pareja, y  debido a que era muy difícil encontrar un corazón solitario de esas características como aquella viudita, porque  allí  en el pueblo los “jotes con zapatos” andaban babosos por ella.

El amor entonces  entre ambos polluelos, más todo fue bello en su “luna de miel”.

Pasaron los meses, pero  ella entonces  comenzó  con la desilusión,  tomando un cierto rechazo, y aburrimiento  hacia el joven Trinaldo; él entonces había creado un castillo de arena,  y se le empezó a derrumbar  lentamente  todo lo  que había construido;  porque  al parecer no fueron tan claras las pretensiones  o aspiraciones de la viudita,  cuando él intentaba poner sobre la mesa el tema del casamiento, ella le evadía la conversación, pero  Deulacia le decía cuando la situación económica estuviera mejor;  eso era  pues entonces  el motivo de rechazo para no concretar el matrimonio.  Pero ello fue motivo de desconfianza en la pareja, y sobre todo para Trinaldo donde llegó  a ese hogar la desavenencia  y  discusiones de parejas, empañando  así  la raíz de las sonrisas,  y  la felicidad de ambos.

Deulacia, y su madre  planificaron un viaje a Bolivia, y que por cierto no invitaron  a Trinaldo,  teniendo él que resignarse a no verla a ver durante un tiempo.

Él en la soledad recordó por las noches como había iniciado aquel romance donde él obtuvo una mirada amorosa, seguidamente una sonrisa, y más tarde las promesas de amor.

Pero…  allá en Bolivia no faltó aquel hombre ricachón que enamoraría de Deulacia, donde ella le supo cautivar, y con las mismas sonrisitas que enamoró a Trinaldo.  Pero ella  saliéndose del marco  se comprometió   con el ricachón en  una promesa de matrimonio con Lupercio;  llevando  a Deulacia a tomar las más serias medidas para enfrentar a Trinaldo, terminando  entonces ella así su relación amorosa  con Trinaldo para que él la dejara  en paz.

Pero cuando ellas llegaron del regreso al “pueblo de Santa Catalina “pasaron algunos días juntas,  enfrentando a Trinaldo,  y la viudita le dijo que su relación había terminado, además que  a ella le pagarían las letras comprometidas del comercio, pero él  joven estuvo firme, y rotundo en sus pretensiones para no dejarla partir a ella por ningún motivo, y  que  él entonces se “iría contra el viento, y la marea”.   Pero la pregunta de Trinaldo a ella  fue: – ¿Que era lo que pasaba por su cabeza? , pero  pronto la certera puñalada  la sintió Trinaldo cuando supo allí en momento que  ya existía otro hombre en la vida de Deulacia.

 

El obrero sintió que la vista se le nublaba;  sus celos estaban desatando la ira, el rostro comenzó a desencajarse, ambos ojos  desorbitados por un momento,  la cara se le puso roja de odio, y vergüenza, pero él aguantó la arremetida de su novia.  Entonces él al escuchar a su amada que estaba tan firme en su palabra, Trinaldo derrotado  dio la media vuelta, y se retiró  quedando allí  ambas mujeres solas.

A  los días posteriores deambulaba  Trinaldo  ebrio por los diferentes  burdeles, y cantinas del pueblo de Santa Catalina.  Era el mes de abril de 1909 los días eran muy soleados pero las noches muy heladas, lugar de la pampa donde  el joven obrero pasó variados trasnoches inundado en alcohol, y él no aceptaba  aquel rechazo de su prometida, sufriendo vértigos de locura donde se ponía intratable dentro  las cantinas.  El cerebro le trabajaba a mil  kilómetros por hora, pero…  a él se le vio la última noche en el pueblo, pero a nadie le llamó la atención;  al siguiente día  por la mañana apareció  Trinaldo entrando a un negocio, y pidiendo un Coñac , se lo sirvió,  se mantuvo allí un instante con la vista perdida, su vestimenta  era desordenada , y sucia del pobre infeliz;  pronto tomó dirección hacia la línea del ferrocarril, luego se sentó encorvando  su cuerpo hacia adelante con las dos manos  se tomaba la cabeza como si estuviera meditando.   Pero él no soportaba a un hombre que tuviera dinero le hubiera  derrumbado su vida, perdiendo a su prometida, además no concebía que su novia se hubiera equivocado tanto al ponerlo en el  filo del olvido.

Ese día lunes Deulacia después del almuerzo salió a comprar al pueblo , y de allí se fue donde su amiga  Betricia  a pedirle un molde para hacerse un vestido, pero cuando le faltaba media cuadra para llegar a donde ella, Trinaldo se le adelantó  para abrirle la puerta  en la casa de su amiga,  dando un salto logrando abrazarla por la espalda, y éste  le dijo:  ¡Tú morirás porque me mentiste bajo juramento!, pronto él con una mano introdujo entre los pechos  de Deulalia un cartucho de dinamita, seguidamente  acercó el cigarrillo encendido a esa corta mecha del cartucho de dinamita, todo aquello  sucedió tan rápido que ella no alcanzó a decir palabra alguna…   la dinamita estalló en ella al instante,  la caja del  cuerpo  de la viudita voló en fragmentos, y ambos cuerpos rodaron por el suelo  bañados por su propia sangre.

Ella falleció al instante, y él perdió  un brazo y la mano derecha, con quemaduras en el rostro  siendo llevado como reo al pensionado del pueblo de Dolores, mientras que más al norte…  le esperaba la cárcel de pueblo de  Pisagua.  Por las noches entre ruinas del pueblo  entonces  entre el viento y la camanchaca se siente el lamento y sollozos de la viudita Deulalia.

Cita fuentes:   “La viuda del pueblo Santa Catalina”.  Autor RERIPI. Fue publicado en:    http://www.vozdelapampa.com

 

Fotografías:

Nº1.  De “Iquique y el nitrato tiempo de recordar” de Editorial ROCADI  año 1999.

Nº2, 3, 5, 6, 7.  Del escritor e investigador de la Cultura Pampina RERIPI.

Nº4. Diario “La Patria”  Iquique 20 de Abril de 1909.

Gráficas:

1.- Estación de ferrocarril del poblado de “Santa Catalina”.  2.- Sobre carta dirigida al señor Samuel Sosa, fechada el 25 de abril de 1930. 3.- “Hotel Ferrocarril de Junín”  SANTA CATALINA. Casilla 48  – Teléfono.  Pongo como conocimiento a mi distinguida clientela, que habiendo extendido mi establecimiento, cuento con comedores especiales para familias; recebados par id.; piezas amobladas para pasajeros. ALMUERZO Y COMIDA DE 1er. ORDEN.  LICORES DE LAS MEJORES MARCAS.  Servicio esmerado.  El propietario Ricardo Jofré Silva.   4.-  Publicidad de año 1909  que dice: “RECIEN LLEGADAS.  Un surtido completo de nuestras ya famosas máquinas de coser. “LA TARAPACÁ”.  En estilo donde la más sencilla hasta la elegante de gabinete o de lujo. Reconocidas por  el público como las mejores.  Más  y Carril.  Almacén El Gallo”.  5.-  Ruinas del inicio del  poblado de Santa Catalina; en la muralla aún se ve el aviso de  “Aliviol”, con uso  de remedio para los dolores de cabeza. 6.-  Ruina de gruesa muralla de casa, construida con adobe pampino  (costras y borras del ripio)  7.-  Vista general de la Torta de ripio de  “oficina salitrera Santa Catalina”  y poblado de Santa Catalina…

Autor: RERIPI

 

SOY AMIGO DE MIS AMIGOS, COMO TAMBIÉN AMIGO DE MIS  ENEMIGOS, PORQUE ANTE ELLOS, YO  SIEMPRE ESTARÉ PREPARADO. (RERIPI)

 

Revista Cultural   “La Voz de la Pampa”.  Pídala en Kioscos,  en Patricio Linch esquina 18 Septiembre; En calle Chgacabuco entre Colón y Baquedano Librería;  “Qué Leo” en 21 de Mayo Nº636, (58) 232 5833.

Editorial:

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La barra de oro en la pampa.

Posted on Noviembre 3, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

REVISTA ELECTRÓNICA.

LAVOZDELAPAMPA.CL   Año I. Nº 84. Noviembre  2018.

 

(Cuento)

El niño gozaba  de su niñez en la pampa,  con la adaptación familiar en la pobreza,  Prudencio era de una mediana estatura, pelo colorín,  pecas en la cara, y  travieso, quien salía  con sus  amiguitos muchas veces a cachurear en el basural, como  también de  matar lagartos en la pampa.                                         El niño Prudencio le gustaba mucho pichanguear con la típica pelota de trapo y sus amigos,  en donde sus padres se lo permitían después de hacer todas las tareas.

 

 

Allí  la vida en la salitrera María Elena por la década del 1960, las salitreras producían  el salitre a pesar de la crisis del año 1956  en donde muchas salitreras estaban reduciendo a los trabajadores de las oficinas salitreras, sus padres buscaron un lugar  para  asentarse después que  ellos quedaron cesantes.  Era el caso de los papás de Prudencio quienes habían emigrado buscando nuevas oportunidades de trabajo.

Sus padres don Clotario  Y doña Mercedes,  quienes habían  tenido la mala suerte  de que el cantón de Nebraska  en su totalidad  quedaba paralizada, pero había que buscar el sustento para la olla.

El  papá se las ingeniaba maestreando  en lo que cayera, mientras lograra tener un buen trabajo laboral.

En muchas ocasiones Prudencio sabía  lo que era pasar hambre, y no  había  a veces  para almorzar,  solo sopitas de pan con huesitos de res, acompañados con  ensaladitas.  El  entonces se preguntaba  – ¿Cómo no  poder ser un joven para ayudar a mis padres y hermanos?…

Cuando salía del colegio, el suspiraba muy contento porque quería ser un profesional cuando fuera mayor, pero… entonces había que estudiar.

El niño Prudencio a pesar  que muchas veces ayudaba a sus padres con algunos pesitos, que él se ganaba y no era mucho,  pero les servían.

Entonces Prudencio  salía día por medio por las tardes de su “casa” con un saco papero en dirección a la pampa, caminaba como una media hora y el escarbaba al  basural buscando huesos de animales, y algunos metales.  Los huesitos se los compraban  por kilos, un señor que los mandaba para el sur, él  señor decía que lo usaban para hacer el azúcar, como también en las peinetas.

Cierto día el niño tal como lo hacía siempre, pero  fue un día sábado por la mañana a eso de las 10 , entonces  estaba esplendoroso de un sol radiante,  y al entrar  Ponciano al basural  a unos cincuenta metros,  algo a su izquierda se veía reflejar,  el sol se hacía reflejar en algo que emitía un brillo el que parpadeaba,  y el niño se encontraba paralelo hacia su izquierda a unos  60 metros, pero… el niño siguió caminando unos 20 metros hacia adelante,  y el destello ese no paraba de titular, Prudencio siguió adelante pero cuando ya se había alejado unos sesenta metros más adelante , ya le causó extrañeza, que al cambiar de posición, ya el sol  no debiera reflejar en aquel objeto.  Un pensamiento rotundo lo hizo echar pie atrás para llegar  hacia aquella luz que le llamó  tanto la atención, poco a poco fue avanzando como un felino detrás de su presa,  pasó varios ondulaciones del terreno, para llegar hasta a unos dos metros de aquel objeto,  que era como una barra rectangular del color oro,  estaba depositado  sobre la arena de un “terraplén  natural”  en  la bajada, el no podía creer lo que estaba mirando, cuando bajó  a ese terraplén  sus zapatos cubrieron de arena, y tapó aquella barra rectangular. Luego comenzó a sacar la arena sobre la barra, hurgó  con sus manos pero la barra no aparecía, terminó haciendo un hueco en la arena, y este desapareció totalmente por encanto, entonces a Prudencio se le comenzó a erizar los pelos de sus brazos, y una sensación de frio en su cuerpo, retrocedió clamando ¡oh Dios mío! de pronto  al retroceder el tropezó pero al caer  su mano tocó algo solido, y cuando  la miró era la barra de oro.

Prudencio lo guardó en el saco y desapareciendo del basural como un rayo, y nunca más se supo, pero entonces  misteriosamente decían en el pueblo… que el  niño y su  familia  desaparecieron sin dejar rastros, y que el demonio se los había llevado a todos.

 

Autor: RERIPI

 

Fotografías:

1.-  Del escritor  e investigador de la cultura pampina y editor RERIPI; 2.-  Fotografía se desconoce la fuente informativa.

Gráficas:

1.-  Basural  en  las ruinas de una salitrera; 2.- Planta granuladora de la salitrera María Elena.

 

NO PUEDO ACEPTAR LAS INJUSTICIAS, PERO SÍ, JESÚS LAS ACEPTÓ POR NOSOTROS (RERIPI)

 

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Bandidos en Alto San Antonio.

Posted on Octubre 22, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

REVISTA ELECTRÓNICA.

 

LAVOZDELAPAMPA.CL   Año I. Nº 81. Octubre  2018.

 

(Cuento)

Salía del pueblo Ponciano quién  se encontraba de vacaciones, yéndose  entonces con una misión  muy especial, con la plena convicción de encontrarse después de cincuenta años con su abuelo paterno,  recorriendo desde el norte grande hacia el sur.    Ponciano era un hombre maduro pintando canas, alto y delgado, él nunca había conocido a su padre quien  había vivido en la pampa, y por esas cosas de la vida…

 

Ponciano había sido un hijo natural, criado sólo por su madre.   El conducía un viejo auto por  la carretera desértica, la que estaba en muy mal estado, y  la vía que parecía totalmente de calaminas de zinc;  el vehículo de cuyo movimiento cimbraba allí en medio de la “Pampa del  Tamarugal” entonces él detuvo  el vehículo a un  costado de la carretera para revisar el motor,  cual venía muy exigido, y pudo observar en el camino un pequeño letrero enmohecido por el oxido el que anunciaba un he­cho histórico “La Batalla de Dolores”.   El posteriormente  de haber solucionado el problema, ingresó hacia donde estaban unos verdes, y fragantes Tamarugos;  entonces  ya más relajado el sacó del paletó una cajetilla de  cigarrillo “La Flor de Cabañas”, lo encendió y pegó unas cuantas pitadas, pero su vista se fue hacia donde habían unas añosas, y tétricas viviendas de adobes, ellas se encontraban casi totalmente destruidas, murallas de color ocre, y por la parte inferior las paredes estaban pintadas con  una franja larga color verde musgo; esas construcciones ya no tenían techo, muchas yacían derrumbadas en blo­ques sobre el suelo ennegrecido por carbón piedra; era  un pueblo abandonado;  pareciera que la naturaleza  o la mano del hombre se hubiera ensañado en ellas.

El sol al medio día en la pampa pegaba fuerte, entonces más allá él entró a una de esas casas, y sintió el profundo silencio, acompañado del calor  irradiando  desde el suelo, que  le hacía secar la boca, luego traspasó caminando hasta el fondo del patio, donde se encontraba un árbol con su follaje casi caído tocando la copa con sus ramas. como si estuviera pidiendo clemencia, sediento por la falta de agua; allí sobre el tronco un lagarto solitario observaba, levantaba y bajaba seguidamente su cabeza.

El joven Ponciano podía oler la brisa de azufre característica de la pampa salitrera; al  fondo de la casa había un pozo  de agua,  estaba seco,  observó  e investigó al interior descendiendo con cuidado hasta que se introdujo cubriéndolo totalmente, pudo ver ahí en el fondo los restos de basura acumulada, que olía a rancio, entonces comenzó a remover el polvillo hasta encontrar un pedazo de papel, era un trozo de periódico, donde se puso a leer el borroso  titular que decía…   – EL PUEBLO,  Interdiario Pampino  Propiedad del Editor,  Osv..  Ló… z.  Iqu q….  Sábado 20  de  Febrero de   19….    – POLICÍA.  Repetidas veces este periódico, ha pedido en  todos los tonos, que se constituya una guarnición de policía en el Alto de San Antonio, pueblo que se encuentra abandonado a merced de los audaces, y de los pillos. En meses pasados, se dijo que él señor…

 

-Entonces Ponciano de aquel trozo de diario fue todo lo que pudo leer, seguidamente él lo guardó pa­ra mostrárselo  posteriormente al abuelo pero…  no tenía  la certeza si el abuelo había vivido en la pampa salitrera.

Después de varios días de viaje e incertidumbres, hasta que Ponciano llegó a la morada del abuelo solitario; era una casita pobre, y de muchos arbolitos a su alrededor, encontrándose entonces con su abuelo Quintín quien estaba desgastado por los años, este lo recibió sorprendido a pesar que él tenía una vaga información de su nieto del norte grande, siendo casi olvidado por el tiempo, el abuelo lo miró seguidamente le abrazó, y guardando un silencio pulcro, le recordó a la fisonomía de su hijo…   Ponciano lo miró detenidamente, y no lo podía creer, entonces el sintió que sus ojos se eclipsaban ante su abuelo paterno, asimilando que tenía muchas interrogantes sobre su padre… Ponciano le miró nuevamente con ternura el cabello de color plateado, de ojos cansados, tez blanca, y de un caminar dificultoso.

Después de haber dialogado Ponciano sobre el norte, entonces le enseñó aquel pedazo de diario, y comenzó a leerlo; fue cuando el rostro del anciano se contrajo, y sus mejillas comenzaron con un tic nervioso,  ya no eran  las mismas facciones de su rostro, y al  terminar de leer  Ponciano,  el abuelo en voz entrecortada este le relató…

– Sucedió  que ese día Domingo  al ocaso del  sol, en el pueblo de Alto San Antonio;  alrededor de ese lugar existían varios bandidos;los  cerros ahuecados similares a un queso de coloridos ocre-rojizo en donde se sacaba el caliche, y a veces allí se cobijaban algunos animales, llamas y alpacas.

A la entrada del pueblo se ubicaba la Esta­ción de Ferrocarriles, y muy cerca  de ahí la Fonda ‘Ño Celín”, pero era más conocido como “Cucho Dinamita”, allí dentro de la fonda se encontraban reunidos varios amigos quienes juga­ban dinero a las cartas, entonces fue en ese momento cuando irrumpieron tres indivi­duos con revólveres en mano, y ellos sin ninguna consideración apuntaron, y dispararon en repetidas veces, robando el escaso dinero  allí reunido sobre la mesa; raudamente los bandidos se retiraron en fuga hacia la calle, montando sus caballos, y a toda carrera arrancaron perdiéndose en medio de las quebradas de la pampa.

 

-El Cucho dinamita” era un hombre ya maduro, él en su brazo llevaba un tatuaje dibujado con tinta roja y azul, era el escudo nacional rodeadas por dos banderas chilenas.  El abuelo le continuó contando…

-En la fonda aún desplomado, y mal herido el jugador de cartas él joven Higinio, tenía pelo rubio, cara pecosa, apenas veintitrés años, él fue la única víctima en esa desgracia por aquellos rufianes.  Entonces ese joven Higinio ya en muy malas condi­ciones, con una pierna casi destrozada por las balas, desangrándose a borbotones, a pesar de la ayuda,  Cucho Dinamita él en ese momento se arrodilló dejando su rifle Winchester al costado del caído, entonces le sacó de su cuello una medalla con una cadena de bronce don­de aparecía la efigie de la Virgen Carmen,  posteriormente este  se la puso en su cuello, brotándole lágrimas de dolor, rezándole con gran fervor unas cuantas plegarias a la virgencita.  Pero el muchacho ya tenía la vista perdida, y de ambos ojos le rodaron dos lágrimas y terminando con un leve suspiro.

Entonces el “Cucho dinamita” exclamó:   ¡Señores pampinos, no es justo que seamos asaltados, y saqueados en nuestro propio pueblo!, ¿Cuantas veces hemos pedido de diferentes formas a las autoridades que se construya un retén policial en este lugar?  y…  ¡El Intendente quien escuchó  sobre nuestra petición  ya hace bastante tiempo,  el  ya no se acuerda de nuestra gente!…   -¡Se han cometido muchos crímenes en este pueblo en cambio hay otros lugares del país donde las  autoridades ya habrían solucionado el problema,  pe r o  menos   acá ,   p o r q u e   a  esos  señores   no  se  les mueve  una pestaña de sus ojos¡

-¡Nosotros compañeros hemos donado una suma de dinero para contribuir con la instalación de un cuartel policial, pero nadie sabe dónde han ido a parar esos fondos, y  si él señor Intendente ordenara que la guarnición de Ana en vez de cuidar todos esos fierros viejos del ferro­carril, y los  policías fueran  trasladados hacia nuestro pueblo, este señor merece­ría el apoyo de todos!…

 

-Cuando Cucho Dinamita terminó la arenga los demás se retiraron a sus moradas murmurando sobre la desgraciada situación del joven pampino.  En Alto San Antonio ”Cucho Dinamita” era un líder innato de su  situación económica más mejorada que los demás, de un hombre que vivía de su negocio, y un gran sentimiento patriótico – social.

Pero entonces el abuelo le siguió contándolo siguiente:   -Pasaron varios días en el pueblo sin saber nada de los bandoleros, mientras “Cucho Dinamita” organizaba un plan para vengar la vida de Higinio, ubicándose antes de llegar al pueblo de Alto San Antonio para hacer la vigilancia con otros acompañantes merodeando por algunas cuevas.  Aclarando al amanecer entonces vieron  los vestigios de haber habitantes, se pudo ver el vestuario de ellos, y al entrar sigilosamente en la cueva, allí dormían los malvados asesinos y ladrones.  La orden era de matar a los asesinos en el acto, conforme a lo acordado en contra de los bandoleros; entonces los sorprendieron dándole una fuerte metralla certera  quedando todo en un silencio profundo.

 

-El abuelito cuando terminó de comentar aquel trágico suceso levantó su barbilla,  mirando a su nieto Ponciano, el anciano llevó sus manos a los ojos restregándoselos,  entre  lágrimas las que corrían por los surcos de su rostro; el nieto con una mirada atónita por lo relatado cuando de pronto el abuelo le mostró el brazo derecho  el que era casi puro pellejo y arrugado, pero… tenía allí dibujado dos banderas con un escudo nacional, el nieto le miró  impávido, vio  en el cuello del anciano que le colgaba una medallita de bronce, tan brillante como la última luz de esperanza en que él vio el  asesinato a su único hijo Higinio en aquella fonda.

Autor: RERIPI

 

Bibliografía:

Fotografías: 1.- Librillo “Pampinos y Salitreros. Autor Mario Bahamonde, editorial Quimantú, “Nosotros los chilenos. Edición 26 de julio 1973.   Fotos Nº2.-, 3, 4, 6,  y 7.  Del escritor e investigador dela cultura pampina RERIPI. Nº6. Fotografía se desconoce la fuente.

 

Gráfica.

1.- Pampinos en una fonda (Lugar para comer y beber en la pampa) 2.- Carretera nueva, se observa el estanque del pozo de Dolores; 3.- Ruinas del poblado de Dolores;  4.- Cajetilla de cigarrillo “La Flor de Cabañas”, imagen pertenece a la obra “Catalogo de cajetillas de tabacos de la república de Chile y su Cultura en la sociedad”, Autor Reinaldo Riveros Pizarro, inscrito en el Derecho de Propiedad Intelectual año 1999;  5.-  Explotación en cuevas calicheras; 6.- Sobre de carta a nombre de Manuel Manchea, Estación Alto San Antonio un 29 Diciembre 1911;  7.- Sastrería “El Pobre Roto de Feliz Buahdla, de Alto San Antonio;

 

LO QUE TE HIERE Y NO TE MATA, A LA LARGA TE HACE MÁS SABIO.           (RERIPI)

 

Revista Cultural   “La Voz de la Pampa”.  Pídala en Kioscos,  en Patricio Linch esquina 18 Septiembre; En calle Chgacabuco entre Colón y Baquedano Librería;  “Qué Leo” en 21 de Mayo Nº636, (58) 232 5833.

Editorial:

Cel: 946830825

editor@lavozdelapampa.cl –  vozdelapampa@gmail.com

 

 

 

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El bebé de la calichera

Posted on Agosto 30, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

REVISTA ELECTRÓNICA.

LAVOZDELAPAMPA.CL   Año I. Nº 66. Agosto 2018.

(Cuento)

Allá en la pampa salitrera en la década del cuarenta había un enamorado que tenia tenía el compromiso de ir a visitar a su amor a otra salitrera, esperando Genardo por cierto el fin de semana, cuando a él no le correspondía hacer el turno laboral; el joven enamorado de uno 26 años, pelo corto cobrizo y gruesos bigotes, que para la época ya era un hombre maduro, a pesar que el promedio de vida entonces en el hombre era solo de 45 años y  de llegar con mucha suerte.

El joven Genardo, un serio, trabajador, responsable en su trabajo, quien era obrero de  levor en el polvorín,  y este  polvorín quedaba entre las salitreras de Santa Laura y Humberstone. El con su trabajo y experiencia laboral, era muy respetado por su carácter espontaneo quien parecía un certero lince, y muy vivaz entre sus compañeros de labores.

El entonces hacía uno de los tantos viajes de fin de semana para ir a ver a su enamorada la señorita Andalicia, que por cierto ella era una hermosa mujer de apenas 20 años, de piel blanca, pelo castaño claro  con sus ojos celestes intensos, labios rosados y carnosos  además con una bella sonrisa, y ella era una de seis hijas de un obrero trabajador de la salitrera San José.

Los padres de Genardo, siempre estaban detrás de él con sus consejos espirituales, y quienes vivían entonces en la salitrera Santa Laura.  Ellos asistían el fin de semana a la misa en la iglesia de un poco más allá  en la salitrera Humberstone, y que posteriormente después del término se iba Genardo a ver a su amor.

Andalicia, tenía  padres que eran pobres en lo económico, y también ricos de valores morales, y le daban lo mejor a su hija mayor, el estudio hasta donde el  padre pudo darle, y posteriormente ella trabajaba en casa con la madre,  en una fonda dando pensión de algunos obreros, en donde por cierto ella atraía como un imán a los jóvenes obreros solteros, donde había uno que no le quitaba su mirada…

Fue ese día domingo cuando Genardo montado en caballo, hizo el mismo recorrido saliendo por el camino detrás de la salitrera Humberstone con rumbo hacia el norte, pasando algunas hondonadas y caminos que rodeaban algunos cerros de colores ocre- negro con calicheras abiertas,  pero… de pronto escuchó el llanto de un bebe,  él se detuvo,  entonces el caballo se puso nervioso e intranquilo dando pasos de marcha estando detenido, Genardo se giró buscando el llanto de aquel bebé, pero el caballo seguía inquieto, que comenzaba a bufar y  moviendo de las orejas como si estuviera enojado.  Genardo junto a su caballo  caminó unos pasos más para el escuchar más de cerca aquella guagüa, de pronto…

entre unas rocas al costado del camino  vi el pequeño bulto envuelto en un chal , en un lulo, el niño lloraba muy quejumbroso, cuando se acercó al bebe, y este se quedó callado,  Genardo ya estaba encima el se arrodilló junto al bebe, observó la tez blanca, era de unos 8 meses, muy hermoso, lo tomó con tersura y se montó con él en su caballo , y  llevarlo donde su novia, cuando nuevamente este comenzó a llorar , él le puso el dedo en la boca y la guagüa comenzó con un ruido al succionar jam, jam, jam,  y… cuando el nene abrió  la boca le mostró unos  feroces colmillos tan largos como los de un perro, los ojos del bebé lo miro fijamente arrugando las cejas demostrando  una rabia desorbitada.

Gerardo exclamó ¡Dios mío¡  soltando al bebe tirándolo al suelo, y raudamente galopó sin mirar hacia atrás,  corriendo  por la huella de la pampa hasta llegar a casa de  su amada.

Entonces se dice  había sido aquel joven de la pensión quien no le despegaba la mirada… era el  brujo de la calichera quien le había demostrado sus celos a Genardo, al tener comprometida  a su bella dama enamorada.

Fotografías: 1, 2,3. –  del escritor e investigador de la cultura pampina RERIPI

Gráficos:

1.- Calicheras del   “Cantón la Peña” entre salitrera “Santa Adela” y Peña Chica;  2.- Dibujo sobre Genardo y su caballo;  3.-  Huellas y Calicheras de “Peña Chica”.

 

Autor: RERIPI.

Fotografías: 1, 2,3. –  del escritor e investigador de la cultura pampina RERIPI

Gráficos:

1.- Calicheras del   “Cantón la Peña” entre salitrera “Santa Adela” y Peña Chica;  2.- Dibujo sobre Genardo y su caballo;  3.-  Huellas y Calicheras de “Peña Chica”.

 

NO POR CUANTO MÁS AMAS…, Y MÁS ENTREGAS REGALOS, TODO EN LA VIDA TIENE SU PRECIO. (RERIPI)

 

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El descabezado del pueblo de Dolores.

Posted on Agosto 25, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

REVISTA ELECTRÓNICA.

LAVOZDELAPAMPA.CL   Año I. Nº 64. Agosto 2018.

(Cuento)

En mi juventud de paso por el deshabitado pueblo de Dolores, caminaba entonces solo y errante, en busca de paz y armonía en medio de la naturaleza de la pampa salitrera, ya que  antes había sufrido un desamor, y deseaba perderme en algún lugar  de la tierra, y eso fue a  mediados del año 1965.

Allí  al llegar vi algunas casas deshabitadas  de barro y borras, donde casi  la mayoría  estaba en el suelo;  el sol cacheteaba mi espalda,  hasta me humillaba, y hacía doblegar mi voluntad para casi no llegar hasta el pozo de agua del pueblo de Dolores.

El lugar me hacía recordar la historia de los hechos de la batalla de Dolores y San Francisco, en donde hubo muchas bajas de ambos ejércitos chileno y peruano.  Este pueblo después de esta guerra fue  muy tranquilo,  y pujante, hasta irse  desgastando y perdiéndose  en el tiempo.

En el terreno del lugar  había entonces  una gran cantidad de añosos tamarugos y algarrobos, los que cubrían con un manto verde el pueblo en pleno desierto,  e incluso algunos comerciantes tenían su pequeña chacra.

Durante  mi caminata por los cerros y pampa estaba sediento de beber el vital liquido, cuando  llegué a ese lugar,  vi aquella caseta de calaminas  en donde yo sabía que  adentro  estaba el pozo de agua,  y  a su alrededor un pequeño huerto; allí  dentro  del huerto había un anciano alto, delgado  y de pelo cano, quien cortaba algunos tomates, y seguidamente volteó para descubrirme infraganti; a quien inmediatamente le rogué que me diera un poco de agua ;el de una voz gruesa y arrastrada  me habló , y luego me  entregó un jarro de agua; yo muy agradecido me retiré y salí a buscar la paz al cementerio,  habían cruces añosas por doquier,  desgastadas por el clima nortino, alambres,  zunchos enmohecidos, flores de lata con pinturas carcomidas, de pronto un nicho de barros  estaba  roto , adentro  en el cajón  una la adolecente de  6 años con unos botincitos  donde estaban a la vista sus huesitos  de las canillas y  su ropa carcomida expuesta a la intemperie, un desolador panorama  que dejó a su paso  allí algún “buitre humano” del desierto en busca de tesoros, joyas, relojes, o  dientes de oro.

 

De pronto un silencio y mi mente se conectó a un lugar, miré era  y era un pequeño mausoleo,  donde esta  era de una estructura  rectangular de un metro de altura,  hecha de barro con cemento y una cruz de metal  arriba, me gire alrededor de la  cripta,  tenía una escalera para entrar al subterráneo, entonces grande fue mi impresión cuando vi a un anciano alto y delgado de pelo cano, quien vestía una camisa blanca, un paletó  de color celeste , unos pantalones color café,  zapatos en forma de  botincito  de cuero y suela;  en la semioscuridad abajo en la cripta , observé  a este hombre, se encontraba sentado en el suelo, apoyando su espalda en el cajón, pero este señor era un cadáver de verdad, y su cara estaba momificada, sus manos estaban entrecruzadas sobre su pelvis. ¿Curioso?…

 

Muchas cosas pasaron por mi mente,  y en mi cuerpo sentí un gran escalofrío desde mi cabeza hasta la punta de mis dedos de los pies, yo me encontraba así  como flotando; me persigné, le rece unos cuantos “Padres nuestro” y unos cuantos “Ave María”  y salí despidiéndome de aquel finado.  No me quedaron ganas de seguir esa tarde en el cementerio.

Pasaron tres años, volví a ese mismo lugar de Dolores, de sus casas ya casi  no quedaban, todo  estaba en el suelo, y me fui al cementerio a saludar al “finado del paletó celeste”, allí estaba de la misma forma que lo había visto anteriormente.

Pasaron  tan pronto cinco años más en ese pueblo abandonado, cuando un día a un militar  de nombre Sofanor le escuché decir en la ciudad, que él con otros militares de su regimiento tenían la misión de ir al poblado de Dolores, con un  detector de metales para  ir a rescatar especies  o restos de la “Guerra del Pacífico” correspondiente a  la “batalla de Dolores y San Francisco”, para  así tenerlos  ellos como recuerdos, y testimonios en la unidad militar del norte grande de Tarapacá.

Pero… no estaba considerado entrar por los militares al cementerio de Dolores, entonces se conto que Sofanor una mañana había entrado al cementerio  solitario en aquella cripta del “finado del paletó  celeste”.

Cuando  posteriormente habían pasado  dos años de aquella visita de los militares,  se escucho un día  en las noticias  de la ciudad: “Militares que habían visitado cementerio de Dolores, uno  de ellos se había vuelto loco”

Había sido entonces  Sofanor quien entre sus bromas había descabezado  al finado del “paletó celeste, con la finalidad de asustar a sus camaradas de arma durante la noche, allí en medio de la soledad de la pampa.

Posteriormente fueron  muchas noches que  Sofanor no podía dormir, alguien le molestaba  y atormentaba de noche y de día hasta que enloqueció.

Posteriormente  yo volví a visitar al “finado del paletó celeste” del cementerio en el pueblo de  Dolores”, allí estaba é l,  sentado  y  sin cabeza; pero  Sofanor ya no estaba en este mundo, porque el finado se la había cobrado.

 

Bibliografía:

1.-  Cuento: “El descabezado del pueblo Dolores”. Autor y editor Reinaldo Riveros Pizarro.

Fotografías:

1.-, 2.-, 3.- Del escritor e investigador de la cultura pampina RERIPI

Gráficas:

1.-  Cementerio del pueblo de Dolores; 2.-  Cajón profanado,  abierto  adentro una niña a la intemperie; 3.- Poblado de Dolores y su inconfundible copa de agua.

 

Autor: RERIPI.

 

“Solo yo sé quien es mi amigo, porque lo elegido yo” (RERIPI)

 

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Editorial:

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Aventura de un anillo.

Posted on Junio 3, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

LAVOZDELAPAMPA.CL   AÑO I. Nº 23  Junio  2018.

(Narrativa)

De todo lo cómico hasta lo heroico, hay en el pasado de esta tierra nortina: aventuras, chascos, sobrehumanos, rasgos de ingenio, acontecimientos misteriosos, extraños hallazgos. A varias de estas categorías pertenece lo sucedido, allá por el año 1876 a Urbano Caballero.

Trabajaba Caballero en la oficina salitrera Carmen Alto, que después se llamaría Francisco Puelma. Esforzado, serio y cumplidor, se ganó muy rápidamente el aprecio de sus compañeros de labores y de sus jefes. En el mundo más cerrado, más aislado de cualquier contacto exterior, que era  el de las salitreras de entonces, las amistades crecían y se estrechaban  con vínculos muy fuertes.

El administrador de Carmen Alto, don Carlos Comber, de nacionalidad boliviana, fue uno de los buenos amigos de Urbano Caballero, además de su superior jerárquico. Tanto en las faenas de la pampa como en las horas de reposo, ambos compartían gran parte de sus horas en viril camaradería.

En una oportunidad, el señor Comber obsequió un anillo, testimonio de la amistad que los unía y de su aprecio por los buenos servicios de caballero. Este anillo correría la extraña de las aventuras con el andar del tiempo.

En efecto, meses más tarde, don Urbano pidió a su jefe autorización para bajar a Antofagasta, a despedir a un amigo suyo de apellido Estaros, que se enbarcaría con destino a Perú. Subieron ambos a bordo y, luego de intercambiar buenos deseos, se separaron cordialmente.

Caballero cogió el bote junto con otras personas que habían ido hasta el barco y que se disponían a regresar a tierra. Solo entonces se dieron cuenta que, mientras charlaban  y hacían preparativos, el mar se había ido embraveciendo en la abierta y desguarnecida bahía que era entonces Antofagasta. Olas gigantescas recibieron a la débil embarcación, zarandeándola sin misericordia.

Fue una odisea de intensidad creciente. Desde el barco, amigos, tripulantes y parientes contemplaban con angustia las alternativas de la lucha  que boteros y pasajeros libraban contra elementos, subiendo y bajando entre verdaderas montañas de agua.

De pronto, al pasar frente a la barra, entre las peligrosas rompientes, una ola más grande y embravecida  se estrelló contra el bote y lo devoró. Nadie volvió a verlo, ni a los que iban en él, entre ellos Urbano Caballero.

Cerca de un año más tarde, el cocinero de Carmen Alto se encontraba destripando un pescado de la remesa que, semanalmente, despachaba  desde el puerto la Compañía de Salitres. De pronto, un grito sorpresa escapó de los labios del hombre: ¡Había encontrado un anillo en el vientre del animal!

Llamado para comprobar el hecho, don Carlos Comber recibió una impresión  aún mayor.

Ese – Dijo –  es el anillo que yo le obsequié a Urbano Caballero. Por un misterioso juego de azar, la sortija había regresado, después de quizá que aventuras extrañas, al lugar donde su dueño viviera, trabajara y se hiciera de buena amistades. La explicación del enigma permanecerá para siempre en las profundidades del mar, que fueron el único testigo de la suerte que corrió el anillo de Urbano Caballero.

AUTOR: Revista Pampa.

Bibliografía.

  • Revista “Pampa” M.R. Nº161, noviembre de 1961, impresa en los talleres de “El Mercurio de Antofagasta.

Fotografías:

  • – Salitrera Francisco Puelma. Fotografía RERIPI.
  • – Carlos Comber fotografía publicada en el libro “Narraciones Históricas de Antofagasta” del autor Isaac Arse R.  Ediciones PROA Corporación PROA 1º edición 1930, 2º edición 1990.
  • – Pez

Gráficas.

*  1.-  Salitrera Francisco Puelma, año 1914, anteriormente se llamó “Carmen Alto”

* 2.- Carlos Comber, fue un empleado superior de la Cia. De Salitres y Ferrocarril  y administrador de la salitrera Carmen Alto 1879-1882.

3.- De antigua etiqueta de conservas. RERIPI

 

SI LA ENVIDIA SE COMPRARA, FALTARÍA EL ABASTECIMIENTO EN EL MUNDO. (RERIPI)

 

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El burro de la oficina Mapocho.

Posted on Mayo 18, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

 

LAVOZDELAPAMPA.CL  AÑO I. Nº18   Mayo 2018.

(Cuento de la autora: Nancy Leonora Zepeda Zomoza)

 

Nunca nadie supo su nombre verdadero, ni su origen, ni su oficio –si es que alguna vez desempeñó alguno –sólo se sabía que se trataba de un personaje trashumante, que pertenecía a la mayoría de la oficinas salitreras de los cantones de Huara y de Nebraska y era aceptado en ellas como se tolera a un perro callejero que cuida la cuadra, recibiendo en cambio, una escasa ración de comida. A este pampino equis, a quien no se le podía mezquinar dicho calificativo, porque todos lo conocían desde siempre deambulando por los campamentos, lo llamaban “El Burro”, no porque tuviera alongadas las orejas o algún otro apéndice anatómico, sino que por su inveterada costumbre de anunciar su llegada a una salitrera con un estridente rebuzno, que nada tenía que envidiar en sonoridad, armonía y sentimentalismo al del más castizo pollino semental de la tamarugalezca pampa. Tenía amigos por todos lados, la mayoría de ellos ancianos buenos para el copete que lo invitaban a los ranchos o cantinas donde le mataban el hambre y la sed, retribuyéndose ventajosamente del gasto con los chismes y noticias de las otras oficinas salitreras que el Burro, cual un “propio” profesional, les traía de primera 70 Nancy Zepeda Zomoza fuente o bien extraídos de su magín de acuerdo con las circunstancias y las necesidades de información de sus ocasionales anfitriones. En la oficina “Mapocho” pasaba la mitad de su tiempo, que era propio e indefectiblemente suyo, ya que tenía por divisa no trabajarle una chaucha a nadie. Su edad era indefinible y podría haber contado con cincuenta o setenta años de permanencia en el planeta Tierra; pero eso a nadie le importaba. La compañía del Burro era placentera debido a que siempre sacaba a relucir amenos temas de conversación, sabrosos chistes picantes, amén de una provisión abundante de refranes y dichos del glosario de vocablos y términos pampinos; todo ello concordante con la idiosincrasia y deseos de sus oyentes. Sin embargo, cosa curiosa, cuando en el grupo se encontraba algún tertuliano foráneo de buena presencia y con educación, nuestro personaje parecía desdibujarse y pasaba al último plano de la reunión; se abstenía de participar en la conversación y se le notaba cohibido y como amilanado. Si alguno le preguntaba su opinión sobre el tema que se estaba discutiendo en ese momento, contestaba con jerigonzas, ambigüedades e incoherencias cual si de pronto hubiese perdido la razón. Esta costumbre tan extraña daba motivos para hablar a los obreros, quienes no se decidían a afirmar si se trataba de locuras temporales o estaban viéndoselas con un pillo redomado. El Burro tenía su guarida justo a un costado de la torta de ripios, en un socavón antiguo que había servido antaño como polvorín. Esa morada, más propia de un anacoreta, era un sitio tabú para la población, especialmente para los niños, porque corría la conseja que el Burro tenía hecho un pacto con el diablo y adentrarse en esa caverna significaba encaminarse en línea recta hacia el mismísimo infierno. El aspecto desaliñado, desandrajado y reñido con el aseo que presentaba nuestro personaje no le permitía acercarse a la plaza, a la pulpería, al cine, ni a otros sitios públicos, desde donde era despedido con miramientos, por lo que –cual pájaro noctámbulo- solo se atrevía a salir en las horas cuando la población estaba entregada al descanso, merodeando alrededor de los “ranchos” a la espera de la salida de los últimos clientes, quienes con la nunca desmentida generosidad del borracho, no le escatimaban algunas fichas de baja denominación o una botella de vino a medio consumir. Así transcurría la vida de El Burro, en forma tranquila y apacible, porque si albergaba por un momento la intuición de un rechazo en alguna salitrera, tenía muchas otras a su disposición para decidir donde mudarse. De esa manera, se le veía cruzar el desierto endilgando hacia los cuatro puntos cardinales con sus variantes, conociendo gente y enterándose de las cosas que sucedían en el cotidiano devenir, para poder transmitirlas oralmente a otras comunidades en beneficio propio. En aquellos lejanos tiempos, en mi carácter de profesor de música, fui destinado por mis superiores a dictar clases por semana en la escuela de la oficina Peña Chica, donde oficiaba como directora la señorita Oriana Figueroa, excelente y pundonorosa pedagoga, quien había inculcado en sus educandos un gran amor por el folclore, el baile y las tablas. Entre ambos proyectamos y dimos vida a una pieza teatral tipo opereta, cuyo contenido artístico conllevaba pasajes del modus vivendi del obrero salitrero y su familia, sus afectos, esperanzas, resquemores, aprensiones y muchos etcéteras. Para tal efecto, concebí y llevé a la práctica pequeñas piezas musicales para niños, con motivos y letras del acervo pampino. Después de múltiples ensayos creímos estar preparados para poner en escena, nuestra creación intitulada; “La Pampa Salitrera Canta y Baila”. La víspera del debut nos encontrábamos atareados en la habilitación del proscenio en la cancha de básquetbol, tratando de encontrar el mejor lugar para la ubicación del piano, que no facilitara en calidad de préstamo la Administración de la vecina “Santiago Humberstone”. En eso estábamos, cuando se escuchó en la lejanía, emulando el sonido de la trompeta del juicio final, el estruendoso rebuzno, precursor de la llegada del inefable Burro de la oficina Mapocho. Este apareció rengueando y con aspecto abatido, tal vez por el largo camino que tuvo que recorrer a pie, bajo el tórrido sol del desierto para llegar a Peña Chica. De todas maneras, luego de saludar con afecto a los presentes y de imponerse de lo que estaba sucediendo, se sentó a descansar en un escaño, presenciando al mismo tiempo, los preparativos y últimos ensayos de la gran fiesta pampina.  Nancy Zepeda Zomoza A pedido de la directora, una de las apoderadas fue a buscar un sándwich y una botella de refresco para agasajar a la visita, atención que el Burro aceptó con repetidas inclinaciones de cabeza. Sin embargo, la actitud del hombre denotaba un resto de incomodidad y desasosiego mientras mantenía la vista en el piano de cola. Al fin no pudo más y solicitó en voz alta a la señorita Oriana, que le permitiera tocar el instrumento. La maestra, con palabras cometidas, le explicó que eso era imposible porque se trataba de una pieza valiosa, única en su género y que, además, estaba bajo su responsabilidad. Le permitiría mirarlo; pero no tocarlo. El hombre se dedicó a pasearse cerca del instrumento musical, no le quitaba los ojos del encima y hacía ademán de acariciarlo. En una de sus vueltas se topó conmigo y me pidió muy encarecidamente que intercediera ante la directora para que le permitiera dar tan solo un arpegio en el teclado. Me causó admiración los términos en que se expresaba el vagabundo; pero le repetí las instrucciones dadas, amenazándole con hacerle abandonar el recinto si seguía insistiendo en su desmedido requerimiento. El Burro expresó su desesperación con una par de tristes e indudables rebuznos y volvió a su asiento con los ojos preñados de ansiedad. Mientras tanto nosotros, los profesores, los apoderados y los alumnos mayores, proseguimos en nuestra tarea de armar y adornar el escenario. Al final el hombrecito no pudo más, se levantó y con voz plañidera nos dijo: “Por favor, les ruego que den solamente unos minutitos para poner mis manos sobre el teclado. Denme el gusto y me iré contento. Prometo no seguir molestándolos…..” ¡Se los suplico por el Señor que está en los Cielos!” Oriana –corazón de abuelita- lo llamó: “¡Burrito, quedaría apenada si te negara el favor que me pides! Ven…tócalo; pero solo por un ratito. Mira que me comprometes”. La gente, que presenciaba divertida el inusual espectáculo, se acercó más mientras que el Burro caminando muy erguido, subía la escala y se dirigía al instrumento. Apropincuó el piso, le propinó unas palmadas para quitarle el polvo que lo cubría y se sentó ceremoniosamente levantando la cubierta del piano con exquisito cuidado. Respiró hondo y con una sonrisa beatífica hizo correr un dedo de izquierda a derecha a todo lo largo del teclado. Le gustó lo que oyó y después de refregarse los dedos y hacerlos tronar, atacó sin más preámbulos la Polonesa en La Bemol Mayor Opus 53 de Federico Chopin. A medida que las notas se elevaban en el aire y llegaba a los oídos del público, se sintió un murmullo de asombro e incredulidad, para pasar al más completo silencio. El más admirado era yo que no podía dar crédito a mis oídos. La ejecución era tan perfecta y pura como nunca la había escuchado, ni aún en las grabaciones existentes en la discoteca del Conservatorio Nacional, donde se custodian las interpretaciones de las obras del genio polaco ejecutadas por los más afamados pianistas a nivel mundial. Tal vez exagere; pero esa fue y sigue siendo mi impresión. Al sonar los últimos acordes de la obra maestra, todos los ocasionales concurrentes nos mirábamos a las caras sin saber qué hacer, hasta que la directora empezó a palmotear con cautela; dos o tres pares de manos se sumaron tímidamente a los aplausos; más, de pronto, estalló una ovación padre y señor mío felicitando al músico y recurriendo al consabido grito de: “¡Otra!.. ¡Otra!”… Sin embargo, el Burro, haciendo caso omiso a la petición del público, se levantó parsimoniosamente, alzó los brazos e hizo una cómica reverencia. Acto seguido, bajó la escala y, abriéndose paso por entre los concurrentes, se alejó por el mismo camino por donde había llegado dejando a todos petrificados por el asombro. El último sonido que de él escuchamos fue un largo rebuzno pletórico de felicidad. Lo más extraño es que desde esa mañana se perdió todo rastro de este personaje quien, al alejarse de la comunidad pampina, se convirtió en una verdadera leyenda, dando pábulo a todo tipo de conjeturas y especulaciones. Al imponerse de lo ocurrido, el administrador de Peña Chica expresó por todo comentario la siguiente sentencia lapidaria: “¡Bendito seas Dios! Un habiloso sí puede hacerse el tonto; pero un tonto, por más que lo intente, no puede hacerse el habiloso”.

AUTORA:   Nancy Leonora Zepeda Zomoza (Antofagastina)

Bibliografía:

Cita la fuente: “Cuentos de la Pampa”. Tercer concurso de cuentos. SQM. Y el Mercurio de Antofagasta. Editorial Diario el Mercurio de Antofagasta  año 2011.  http://www.sqm.com/portals/0/soporte/cuentos_de_la_pampa/Cuentos_pampa_2011.pdf

Fotografía:

 Del escritor e investigador de la Cultura Pampina RERIPI.

Grafica :

Ruinas de la oficina salitrera Mapocho. (La Mapocho)  fecha 16 agosto 2004.

 

POR MÁS QUE TE MIRO,  TE HABLO, IMPLORO,  ME PARECES SER UNA  GRAN DESCONOCIDA. (RERIPI)

 

9 Comments .

El cruce a salitrera Santa Laura.

Posted on Mayo 8, 2018 by Reinaldo Riveros Pizarro Posted in Cuentos .

LAVOZDELAPAMPA.CL  AÑO I. Nº15   Mayo 2018.

(Cuento)

Allá por el año 1935, había una nueva compañía y maquina salitrera que le ponía el sello de recuperar el salitre de su sitial económico del país, mucha gente entonces se implementó a su masa laboral, además de obtener una mejor calidad de vida en la oficina salitrera Humberstone.                               

Pero cierto día una familia que residía  en una calle cercana a una pequeña torta de ripios, en cuyo  patio de casa  minúsculo que tenía unos dos metros cuadrados, se implementaba allí una improvisada parrilla artesanal con algunos ladrillos reflectarios para azar una pequeña carnecita, a celebrar el cumpleaños de Nemesio, quien era el mayor de los 4 hermanos, y  ya alcanzaba los 35 años; de cabellera negra y un mechón blanco,  el que se parecía al igual como de los zorrillos, él de tez morena, estatura mediana y de finos bigotes .

Cuando de pronto Nemesio circunstancialmente miró como una pequeña llama de fuego  apareció en la pequeña torta, lo que parecía muy extraño  de ver esa flama allí;  el joven al rato lo comentó con sus hermanos, pero todos ellos miraron atentos a la torta, no vieron nada anormal, y entre ellos sacaban sus conclusiones las que posteriormente olvidaron.

Al medio día su madre Nolberta se da cuenta que no tiene orégano para la carne, lo más cercano era entonces el pueblito de Pozo Almonte;  el hijo mayor se ofreció para ir al pueblo, este quedaba caminando  a pie  normal en el tiempo de una hora.

Luego  él salió raudo de Humberstone con el sol a cuesta tomando la línea del tren que iba hacia la salitrera Cala Cala, para después torcer hacia el pueblo de Pozo Almonte.

Al llegar a la calle del Comercio,  lo primero que el encontró en el camino fue a un antiguo amigo de parranda Miguel Angel, que no lo había visto por años, y este lo invitó a una  bebida a la picada donde vendían traguito dulce, por decir “la chichita”, fueron pasando las horas como si nada lo estuviera reteniendo, entre trago y trago, tardíamente se recuerda a lo que él  había ido al pueblo.                                    En casa del joven cundía la ansiedad al no retornar Nemesio.

El  joven estaba con algunas copas demás cuando se despidió de su amigo Miguel Ángel y  posteriormente el giro rumbo hacia la salitrera Cala Cala tomando la línea del ferrocarril, cuando iba casi llegando al cruce del tren de la salitrera Santa Laura;  allí…en la línea del tren vio  a un hombre enorme de negro, en cuya espalda estaba cubierta por lenguas de fuego,  las que se entrelazaban con su movimiento y estas sobrepasaban la altura del desconocido, sus ojos eran luces potentes como dos linternas, los dientes de oro destellaban muy abrillantados.

El este hombre extraño le preguntó a Nemesio  – ¿Amigo, para adónde vas? – Voy a Humberstone.  Entonces allí en el cruce había varios desvíos.  El hombre de negro le dice:   –Está usted muy equivocado amigo…  Entonces el joven Nemesio  le dice: – No señor éste es mi camino.  – Mira, si te vas por este otro camino llegarás a Humberstone y encontrarás mucho oro, brillantes y en cambio tú me entregarás tu alma.   De pronto detrás de aquel extraño, a lo lejos se escucharon voces entrecortadas en la obscuridad; pero el señor vestido de negro rodeado de llamas entonces este con la velocidad de un látigo apagó la flama dejando una nube de azufre y  pronto desapareció.

El joven quedó paralizado en la línea del ferrocarril,  y  a unos metros más atrás lo observaba Miguel Ángel, quien se reía a carcajadas, en ese momento fue cuando llegaron sus hermanos a recuperar al hermano perdido en el camino…

AUTOR. RERIPI. 

 

 “UNA PERSONA CUANDO NO TIENE PARA SOBREVIVIR, PIENSA MÁS QUE SETENTA SABIOS” (RERIPI)

 

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