REVISTA ELECTRÓNICA.
LAVOZDELAPAMPA.CL Año I. Nº 91. Diciembre 2018.
(Cuento)
En aquel pueblo de la pampa, como el de “Santa Catalina” el que ubicaba en Tarapacá, teniendo un tranquilo pasar, siendo esta rodeadas por variadas oficinas salitreras teniendo una cercana distancia, y la más cerca tenía el nombre, a tan solo unos cuantos metros la que llevaba el mis nombre del pueblo “Oficina Santa Catalina”. Las oficinas salitreras más retiradas al norte eran salitrera “Camiña”, “Unión”, “San Francisco”, y el pueblo de Dolores; hacia el sur las salitreras “Ángela”, “Bearnés”, “Recuerdo” y la “Patria”.
Allí en el “pueblo de Catalina” los obreros pampinos tenían como paso obligado por la línea del ferrocarril de pasajeros, y con su propia estación.
En ese pueblo siempre lo visitaba el joven Trinaldo, espigado , moreno , un obrero de la calichera, muy modesto quien había provenido de la capital Santiago, habiendo tenido un encuentro con una hermosa dama de este pueblo, ella era la viudita de nombre Deulacia ambos habiendo demostrado su amor con un ramo de rosas entregadas por él.
La madre de la viuda doña Epifanía vivía al otro lado, en el pueblo de Dolores. Deulacia era una mujer muy joven hermosa, simpática, y de buenos atributos físicos, no desmerecía sus 22 años de edad, ella era natural de Bolivia. El joven en cambio de 32 años, y este le este insistió mucho al perseguir a la muchacha para hacerla su pareja, y debido a que era muy difícil encontrar un corazón solitario de esas características como aquella viudita, porque allí en el pueblo los “jotes con zapatos” andaban babosos por ella.
El amor entonces entre ambos polluelos, más todo tan fue bello en su “luna de miel”.
Pasaron los meses, pero ella entonces comenzó con la desilusión, tomando un cierto rechazo, y aburrimiento hacia el joven Trinaldo; él entonces había creado un castillo de arena, y se le empezó a derrumbar lentamente todo lo que había construido; porque al parecer no fueron tan claras las pretensiones o aspiraciones de la viudita, cuando él intentaba poner sobre la mesa el tema del casamiento, ella le evadía la conversación, pero Deulacia le decía cuando la situación económica estuviera mejor; eso era pues entonces el motivo de rechazo para no concretar el matrimonio. Pero ello fue motivo de desconfianza en la pareja, y sobre todo para Trinaldo donde llegó a ese hogar la desavenencia y discusiones de parejas, empañando así la raíz de las sonrisas, y la felicidad de ambos.
Deulacia, y su madre planificaron un viaje a Bolivia, y que por cierto no invitaron a Trinaldo, teniendo él que resignarse a no verla a ver durante un tiempo.
Él en la soledad recordó por las noches como había iniciado aquel romance donde él obtuvo una mirada amorosa, seguidamente una sonrisa, y más tarde las promesas de amor.
Pero… allá en Bolivia no faltó aquel hombre ricachón que enamoraría de Deulacia, donde ella le supo cautivar, y con las mismas sonrisitas que enamoró a Trinaldo. Pero ella saliéndose del marco se comprometió con el ricachón en una promesa de matrimonio con Lupercio; llevando a Deulacia a tomar las más serias medidas para enfrentar a Trinaldo, terminando entonces ella así su relación amorosa con Trinaldo para que él la dejara en paz.
Pero cuando ellas llegaron del regreso al “pueblo de Santa Catalina” pasaron algunos días juntas, enfrentando a Trinaldo, y la viudita le dijo que su relación había terminado, además que a ella le pagarían las letras comprometidas del comercio, pero él joven estuvo firme, y rotundo en sus pretensiones para no dejarla partir a ella por ningún motivo, y que él entonces se “iría contra el viento, y la marea”. Pero la pregunta de Trinaldo a ella fue: – ¿Que era lo que pasaba por su cabeza? , pero pronto la certera puñalada la sintió entonces Trinaldo cuando supo allí, en momento que ya existía otro hombre en la vida de Deulacia.
El obrero sintió que la vista se le nublaba; sus celos estaban desatando la ira, el rostro comenzó a desencajarse, ambos ojos desorbitados por un momento, la cara se le puso roja de odio, y vergüenza, pero él aguantó la arremetida de su novia. Entonces él al escuchar a su amada que estaba tan firme en sus palabras, Trinaldo derrotado dio la media vuelta, y se retiró quedando allí ambas mujeres solas.
A los días posteriores deambulaba Trinaldo ebrio por los diferentes burdeles, y cantinas del pueblo de Santa Catalina. Era el mes de abril de 1909; los días eran muy soleados pero las noches muy heladas, lugar de la pampa donde el jóven obrero pasó variados trasnoches inundado en alcohol, y él no aceptaba aquel rechazo de su prometida, sufriendo vértigos de locura donde se ponía intratable dentro las cantinas. El cerebro le trabajaba a mil kilómetros por hora, pero… a él se le vio la última noche en el pueblo, pero a nadie le llamó la atención; al siguiente día por la mañana apareció Trinaldo entrando a un negocio, y pidiendo un Coñac , se lo sirvió, se mantuvo allí un instante con la vista perdida, su vestimenta era desordenada , y sucia del pobre infeliz; pronto tomó dirección hacia la línea del ferrocarril, luego se sentó encorvando, su cuerpo hacia adelante con las dos manos se tomaba la cabeza como si estuviera meditando. Pero él no soportaba a un hombre que tuviera dinero le hubiera derrumbado su vida, perdiendo a su prometida, además no concebía que su novia se hubiera equivocado tanto al ponerlo en el filo del olvido.
Ese día lunes Deulacia después del almuerzo salió a comprar al pueblo , y de allí se fue donde su amiga Betricia a pedirle un molde para hacerse un vestido, pero cuando le faltaba media cuadra para llegar a donde ella, Trinaldo se le adelantó para abrirle la puerta en la casa de su amiga, dando un salto logrando abrazarla por la espalda, y éste le dijo: ¡Tú morirás porque me mentiste bajo juramento!, pronto él con una mano introdujo entre los pechos de Deulalia un cartucho de dinamita, seguidamente acercó el cigarrillo encendido a esa corta mecha del cartucho de dinamita, entonces todo aquello sucedió tan rápido que ella no alcanzó a decir palabra alguna… la dinamita estalló en ella al instante, la caja del cuerpo de la viudita voló en fragmentos, y ambos cuerpos rodaron por el suelo bañados por su propia sangre.
Ella falleció al instante, y él perdió un brazo y la mano derecha, quedando con quemaduras en el rostro siendo llevado como reo al pensionado del pueblo de Dolores, mientras que más al norte… le esperaba la cárcel de pueblo de Pisagua. Por las noches entre ruinas del pueblo entonces entre el viento y la camanchaca se siente el lamento y sollozos de la viudita Deulalia.
Cita fuentes: “La viuda del pueblo Santa Catalina”. Autor RERIPI. Fue publicado en: http://www.vozdelapampa.com
Fotografías:
Nº1. De “Iquique y el nitrato tiempo de recordar” de Editorial ROCADI año 1999.
Nº2, 3, 5, 6, 7. Del escritor e investigador de la Cultura Pampina RERIPI.
Nº4. Diario “La Patria” Iquique 20 de Abril de 1909.
Gráficas:
1.- Estación de ferrocarril del poblado de “Santa Catalina”. 2.- Sobre carta dirigida al señor Samuel Sosa, fechada el 25 de abril de 1930. 3.- “Hotel Ferrocarril de Junín” SANTA CATALINA. Casilla 48 – Teléfono. Pongo como conocimiento a mi distinguida clientela, que habiendo extendido mi establecimiento, cuento con comedores especiales para familias; recebados par id.; piezas amobladas para pasajeros. ALMUERZO Y COMIDA DE 1er. ORDEN. LICORES DE LAS MEJORES MARCAS. Servicio esmerado. El propietario Ricardo Jofré Silva. 4.- Publicidad de año 1909 que dice: “RECIEN LLEGADAS. Un surtido completo de nuestras ya famosas máquinas de coser. “LA TARAPACÁ”. En estilo donde la más sencilla hasta la elegante de gabinete o de lujo. Reconocidas por el público como las mejores. Más y Carril. Almacén El Gallo”. 5.- Ruinas del inicio del poblado de Santa Catalina; en la muralla aún se ve el aviso de “Aliviol”, con uso de remedio para los dolores de cabeza. 6.- Ruina de gruesa muralla de casa, construida con adobe pampino (costras y borras del ripio) 7.- Vista general de la Torta de ripio de “oficina salitrera Santa Catalina” y poblado de Santa Catalina…
Autor: RERIPI
SOY AMIGO DE MIS AMIGOS, COMO TAMBIÉN AMIGO DE MIS ENEMIGOS, PORQUE ANTE ELLOS, YO SIEMPRE ESTARÉ PREPARADO. (RERIPI)
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